A principios de los 80, un economista inglés propuso un impuesto que gravara las transacciones económicas especulativas. Hoy, movimientos como ATTAC hacen bandera de la tasa Tobin, muy a pesar de su creador.
Por Miguel Ángel Moreno (AlterPolítica en CeroPretensiones)
En un contexto de crisis económica, de parada en los mercados de capitales, de pérdida de liquidez… todavía el 90% de las transacciones mundiales son exclusivamente financieras, mientras que sólo un 10% se basan en una compraventa material, de elementos tangibles, de lo que solemos entender como economía real. A lo largo de un día, se hacen transacciones financieras que pueden alcanzar el valor de 2 millones de dólares.
Imagínense que cada vez que se produjera una de éstas a nivel internacional, la persona que la realizara pagara un impuesto, por valor de un 0,1%. Poco dinero para el que realizara la operación, pero mucho en conjunto, ¿verdad?. Imagínense, en este pequeño ejercicio de economía-ficción, que lo recaudado con esta pequeña tasa, fuera entregado a algún organismo internacional independiente, por ejemplo el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
En los albores de Bretton Woods
Hablemos ahora de realidades. En el año 1972, Richard Nixon decide terminar con el sistema financiero internacional inaugurado en Bretton Woods en 1944, y pasar a un sistema de libre fluctuación de los valores de las monedas sin la referencia del valor oro. De esta manera EE.UU, que comenzaba a perder las reservas del metal que le permitían soportar la conversión (1 onza de oro=35 dólares), podía continuar sufragando los gastos militares derivados de la Guerra Fría, e incluso ganar valor sin adquirir reservas de oro. Y en este mismo contexto, surge un economista de la Universidad de Yale, James Tobin, que sugiere una tasa para controlar el intercambio de moneda, un impuesto que grabe los intercambios de moneda, para facilitar la estabilidad de los tipos.
James Tobin (Fuente: El Proyecto Matriz)
El impuesto de Tobin es una tasa baja (entre un 0,5% y un 0,1%), pensada para gravar las operaciones especulativas de cambio de divisas que se producen de un día para otro. Además, esto no supone un obstáculo para la inversión internacional, ya que el tipo es tan bajo, que no afecta a las ganancias de estas inversiones. Pero sí que afecta a los movimientos especulativos, ya que éstos basan su éxito en obtener pequeños rendimientos tras realizar multitud de operaciones de pequeño calado.
¿Qué razón tiene esta tasa? Para Tobin, la ganancia de este tipo de operaciones especulativas con divisas tiene mucho que ver con la velocidad y el número de operaciones que se hagan. La tasa responde, por tanto, a un intento de frenar este tipo de operaciones o “echar arena al aceitado mecanismo de las especulaciones que hacen viaje de ida y vuelta en días o pocas semanas“.
James Tobin será Premio Nobel de Economía en 1981, pero sus ideas en cuanto a esta tasa no tendrán mucho predicamento ni utilización práctica en el mundo del final de la Guerra Fría; pues no se consideró como una medida realmente útil para los economistas. Sin embargo, esta idea no duraría mucho tiempo.
Ramonet y el nacimiento de ATTAC
En diciembre de 1997, alguien decide desempolvar el viejo razonamiento de James Tobin. Se trata de Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, la publicación mensual francesa (hoy también en castellano). En su artículo “Disarming the markets” (en inglés), comenta los problemas de la especulación financiera, y la incapacidad para poner coto a esos abusos por parte de los organismos supranacionales como el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial de Comercio o la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.
“Why not set up a new worldwide non-governmental organisation, Action for a Tobin Tax to Assist the Citizen (ATTAC)? With the trade unions and the many social, cultural and ecological organisations, it could exert formidable pressure on governments to introduce this tax at last, in the name of universal solidarity.”(Ignacio Ramonet)
Esta organización de presión, que aglutina actores sociales, culturales, organizaciones ecologistas… surge la Asociación para la Tasación de las Transacciones financieras para Ayuda al Ciudadano, denominada de manera más sencilla como ATTAC, un movimiento de tipo social, que existe en algo más de 50 países, y tiene una cierta importancia a nivel de movimientos altermundistas y antisistema.
Logotipo y lema de ATTAC (Fuente: nomassangreporpetroleo.org)
ATTAC asume la tasa Tobin como parte incluso de su denominación, pero después queda solo como base de su ideología reformista en el ámbito político y social. Un elemento muy interesante radica en el qué se hace con el beneficio obtenido por la recaudación del impuesto. Para ATTAC, lo que recaudaría una supuesta implantación de la Tasa Tobin –que podría ser de entre 50.000 y 300.000 millones de euros al año-, podrían servir al PNUD para solucionar los problemas de alimentación, salud y educación de los países del Tercer Mundo.
También se propuso a la ONU como entidad capaz de gestionar los fondos a nivel global, pero hoy en día todavía no hay un sólo país en el que se haya decidido implantarla. Bélgica, en 2004 aprobó una normativa relacionada, la Spahn tax, que tenía por requisito que los demás países de la eurozona introdujeran un impuesto similar, para no quedar en inferioridad de condiciones. También en América Latina se propuso entre algunos presidentes como Lula da Silva o Hugo Chávez, pero no ha llegado a concretarse en medida concreta alguna.
Las críticas a la iniciativa de ATTAC
Respuecto a la tasa Tobin, y a la interpretación que hace ATTAC sobre ella, se han producido muchas críticas por parte de los economistas clásicos. En primer lugar por considerarse un ataque al libremercado –muy dañado por sus propios méritos en la actualidad-, pero también por considerarse ciertamente irrealizable, dado que los especuladores siempre encontrarían el resquicio legal para evitar el pago de la tasa.
Imagen reivindicativa de ATTAC por la Tasa Tobin (Fuente: El Proyecto Matriz)
Por otra parte, ex-dirigentes como el francés Laurent Fabius ponen en duda su efectividad en un tipo tan bajo (0,5-1%), de manera que pudiera ser una medida ineficaz. En el caso contrario, si se impusiera un tipo impositivo más alto, opina que podría darse el efecto opuesto: la pérdida de incentivos para realizar inversiones en el exterior.
Pero si hay una crítica curiosa, es la que realizó el propio James Tobin, en una entrevista concedida al alemán Der Spiegel. En ella, criticaba el uso que ATTAC había hecho de su nombre y de su impuesto:
R.Todo eso de que el FMI, el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio son los enemigos de los países en vías de desarrollo me parece mal enfocado. Los problemas de la globalización no se resuelven deteniéndola. Todos los países y sus habitantes se benefician del libre intercambio de mercancías y de capital.
P. ¿Entonces por qué ha aumentado la pobreza en el mundo?
R. No ha aumentado en absoluto. Tomemos Corea del Sur, que en 1960 era un país paupérrimo. Ahora es una de las naciones industriales del mundo. Lo mismo vale para otros tigres asiáticos, pese a la crisis del sudeste asiático de hace cuatro años. Estos países siguen siendo más prósperos que hace tres décadas. Y lo son gracias al mercado y al capital extranjero.
P. Puede que algunos países se beneficien, pero en una perspectiva global, los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres.
R. La pobreza puede tener muchas causas, la mayoría de ellas debidas a los países mismos. No van a mejorar su situación con medidas como las que recomiendan los adversarios de la globalización, como la implantación mundial de normas occidentales para los puestos de trabajo. De esa manera se reduce la competitividad de las exportaciones de los países pobres a los mercados ricos.
En la misma entrevista, Tobin afirmaba que “los aplausos han venido por el lado equivocado”, pensando en una búsqueda de reconocimiento de la ortodoxia del pensamiento económico. Sin embargo, voces como las del multimillonario hombre de negocios griego George Soros, que considera que la imposición del impuesto podría ser beneficiosa para el conjunto del planeta, aunque no para su propia fortuna.
Sea como fuere, el debate de la Tasa Tobin, como medida de redistribución realista y factible en la actualidad, todavía está bajo mínimos. Ni la población civil, más allá del ámbito de ATTAC, está bien informada sobre ello, ni los movimiento antiglobalización han sabido vencer el prejuicio informativo que les asocia con peligrosos manifestantes, y no con pensadores con alternativas.